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LA OPERACIÓN

Por si alguien lo había pensado no, no me quedé en la operación, todo salió con éxito. Hace casi dos semanas ya y sólo tengo un vago recuerdo de estos días que pasan sin pena ni gloria y con los dolores típicos del posoperatorio que me han dejado en la más profunda inopia.

Eran las tres, llegó mi hora.
Era una salita minúscula en medio del pasillo con tres sillitas de plástico contra la pared. Tras una puerta de cristal que decía QUIRÓFANOS, apareció la sombra como en la peli de Psicosis, de una enfermera vestida de azul con una mascarilla que preguntaba por los enfermos de mi Traumatólogo. Por tres veces me preguntan si llevo algo de valor y de ahí mi pregunta de si había mucho ladrón suelto por los quirófanos, menuda insistencia. ¿os imagináis que te roben estando medio grogui en plena operación, sabía que había crisis, pero tanta?
Durante el periplo y la espera conocí a un joven que también iba a ser operado por el mismo médico, el me aseguro que era un buen profesional y que venía recomendado, pero al igual que yo estaba alucinado con el trato recibido, según sus palabras “estoy más perdido que un hijo puta en el día del padre”.  Él tenía algo peor, una historia de ligamentos del dedo pulgar, pero también venia de un accidente de esquí. Era agradable compartir esas horas de nervios con alguien en la misma situación, además su madre entraba a la capilla a rezar por los dos, en plan Margarita 6 dedos con su bolso, aunque yo ya iba provista de todas mis virgencitas ( la de la Antigua y la del Pilar) y amuletos.
                Y por fin dicen tu nombre, pero claro como primero me iba a operar a las 5 luego a las 3 ya no sabíamos quién era primero. Atravesé la puerta y me llevan a un habitáculo con taquillas para las batas, las mascarillas, las calzas y todos esos artículos para la clase médica. Me dan una bata verde de enfermero, no de las de enfermo, unas calzas verdes , un gorro de papel verde y me dice: “te cambias y vengo a buscarte”.¡¡ Vaya cutre!! Cada 3 segundos entraba un enfermero/a a por algo y claro yo me apresuraba a quitarme mi ropa pero que me diera tiempo a ponerme la bata, y no quedarme en pelota picada, pero vamos a ver ¿en un sitio de pago y tienes que andar asi?, entre lo cutre y casi clandestino cambiándote de ropa en un cuchitril y expuesta a los ojos de todos los trabajadores de la clínica.
Por fin consigo ponerme la bata, Dios que aspecto, nunca me he sentido tan ridícula, con un brazo fuera en plan escote asimétrico de los 80, la bata hasta el suelo, las calzas, el gorro, y eso por delante porque imagínense por detrás, con el culo al aire porque no podía atarme los lazos , ya lo decía el abuelo Felix que no le gustaban nada,  ¡madre mía que situación!. Y aun pensaba  y ¿si me conoce alguien? Me muero mi reputación por los suelos!
La gente que pasaba por allí, me veía sentada en una sillita con cara de circunstancia en aquel lugar de un metro de ancho por unos 4 o 5 de largo y hacia bromas en plan: ¿preparada? Venga esto no es nada más se perdió en Cuba…Parecía el corredor de la muerte, lo único que no me ofrecieron mi comida favorita antes de proceder.
Una señorita me acompaña y por mi propio pie y con la carpetica de mis informes debajo del brazo,  entro en la sala de operar. Nunca había visto una, solo en la tv en House o Urgencias, todo lleno de máquinas, todo muy frio,  las lámparas del techo y mucha mucha gente haciendo mil cosas a toda velocidad, yo pensaba ¿ya sabrá esta gente a qué he venido y qué tienen que hacerme? Me habla el anestesista el cual luego me entero que era motero y se había comprado unas maletas por 500€ que debe ser una ganga, me hace las preguntas rutinarias de las alergias y enfermedades, a todo digo que no, pero no puedo evitar resollar: ¡Oiga,Sr, estoy acojonada! El me dice : “no te preocupes eso te lo quito enseguida”, dicho y hecho en unos segundos noto un placentero mareo y estoy tan tranquila. Creo que entro en un estado de duermevela extraña, como una siesta profunda de la que no recuerdo nada de nada. Me preguntaron si quería ver la operación en el monitor, lo cual me pareció una broma. Aunque he de decir que te invade una mezcla de curiosidad, de querer vigilar no sea se equivoquen de brazo, y un no querer ver ni sentir nada. Lo último que recuerdo es el trapo verde que me habían puesto para que no mirara el brazo,  a tres personas sujetándome el hombro y a mi médico diciendo que a la de tres tiraba de la mano, para desencajar supongo los huesos. A lo mejor lo soñé no lo sé, pero lo cierto es que recuerdas cosas que hablan, como que no me estaba quieta o lo de la moto del anestesista.
¡Qué alivio! De repente ya estaba operada y estaba en los boxes con unas cortinas a los lados y un enfermero muy majo diciendo mi nombre. El dolor era horrible, como si el yeso me quedara pequeño y despertarte es como estar borracho o algo peor, intentas hablar y no puedes o piensas y resulta que estás hablando en voz alta unas chorradas tremendas. Mi obsesión era la hora, ¿qué hora es? y me decían 5 minutos más tarde que antes.  Obviamente esta gente está acostumbrada a estos menesteres pero para mí era la primera vez, siempre había oído historias sobre el despertar de la anestesia. Afortunadamente pensé yo no he dicho ninguna barbaridad, pero cuando el enfermero me pone el suero reconozco extrañamente su tatuaje de la muñeca, le miro a ver si le conocía y me dice si soy de los del quirófano, pero los guapos se han quedao allí, yo soy de los feos.! ¿Qué estaba pasando? Pues resulta que les dije a los enfermeros que eran muy guapos y muy jóvenes que qué bien. ¡Tierra trágame! Y además con esa pinta.
Poco a poco me fui recuperando, mi médico iba y venía y me decía ¡venga Beatriz no me pongas esa cara y mueve esos dedos! Joder que mala ostia! Me acaban de instalar dos agujas de Kishner de 2 mm de diámetro y como una carga de boli bic de largas y ya me quieren echar.
Y así fue,  a las 2 horas me levantan de la camilla y tal y como había venido con algo más de metal y una pesada escayola me llevan de nuevo a los ‘camerinos’. Aún estaba algo ida cuando cruce la puerta de ¡Lluvia de estrellas! con el medico del brazo por si me desvanecía, salgo con un careto digno de foto, la boca seca y un hambre tremenda, lo cual me confirmaba mi buen estado. Así que después de casi todo el día en casa de los Sres Cordón y ante la escasez de camas me despiden a mi casa porque la hospitalización es cara, y en mi caso innecesaria según los expertos.


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